Al final de un camino de adoquines,
cruzando arroyos y colinas sin fin
con carpas y pájaros parlanchines,
se alza entre podredumbre y hielo un jardín.
Allí reina un joven que toca el violín,
salta un espantapájaros bailarín,
se ahoga llorando sin valor un león
y un hombre de hojalata sin corazón.
El muñeco danza descerebrado,
el animal suplica por su valor
y el caballero se arrastra apenado.
El joven quiere escuchar a un ruiseñor
de su reino muerto y abandonado,
que le cante al oído qué es el amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario