Me levanto en luna llena sintiendo tu ausencia y me digo a mí mismo que no aguanto más. Cojo una pluma y un trozo de papel para escribir, usando mi sangre cuajada como tinta y dubito en mi negro cuarto, tanteo entre los sombríos muros, y me arrincono en una oscura esquina donde susurro mis penas a mi única compañía. Ya ni mi sombra responde a mis preguntas, y se aleja igual que la luz de la luna que entra por la ventana.
Te pido amor mío que me mandes tres besos impresos en papel: uno para aplacar la agonía que oprime mi pecho impidiéndome respirar; otro para sellar las heridas de mi corazón, que más que un órgano parece una mancha de tinta, oscuro y líquido, ni hambre ni sed, y mucho menos sueño siente ya este triste y decadente caballero cruzado. Y el último, el último beso lo guardaré a mi lado en un abrazo eterno, y me regocijaré en su textura, me extasiaré en las sonrosadas arrugas de tu carmín cereza y extraeré del papel muerto la vida del olor de tus labios.
Pues si en fuegos divinos he de arder, arderé. Y si en el más muerto hielo del infierno he de helarme, me helaré. Y si a Lucifer he de servir toda mi otra vida, le serviré. Y así como la suave brisa de las mañanas de primavera traen la imagen del olor a naranjas de tu piel lisa a mi mente, esta carta llegará a ti de mi mano, pues abandonaré la pluma y el papel, e iré a buscarte empuñando mi guadaña como un salvador capaz de arrebatar la muerte a la vida misma
Por siempre tuyo:
Dante Alighieri.
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