Donde van a parar los borradores, la imperfección, lo incompleto... a la última hoja de mi libreta...

jueves, 3 de febrero de 2011

El nuevo compañero.

Caminando por caminar, mirando por mirar, observando por observar, pensando por pensar, divagando por divagar...

Por la calle iba sin rumbo marcado y todo hacia delante, quería ver que encontraba, no sé si por simple curiosidad o por vicio, yo solo caminaba en busca de un final.

Al avanzar por mi camino, verdes praderas, frondosos árboles, hermosas flores y abundantes ríos fui encontrando, pero sentía que algo me faltaba todavía.

Noté una presencia ¿qué podría ser?, pensé.
Miré hacia atrás, hacia la derecha e izquierda, pero nada raro conseguía ver, ¿alguien me habrá seguido?.

Continué mi camino, sin prisa, pero sin pausa avanzaba y cada vez más aquella extraña presencia me acosaba.

Sin llegar aún al final de mi camino, hice una pausa para recuperar el aliento perdido, y entonces delante de mí conseguí ver quien me había seguido en mi largo camino.

Hola, me atreví a decirle... Con una cara casi inexpresiva me miraba fijamente.

Tras pasar un rato preguntándole cosas sin resultado alguno, decidí ponerme de nuevo en marcha.
Para mi sorpresa dejó de seguirme, asique le propuse venir conmigo y con un gesto seco y una cara que no expresaba absolutamente nada, empezó a seguirme y así continué mi camino.

Pasaron varias horas, y pensé en mis dudas e inquietudes, de vez en cuando miraba a mi nuevo compañero para ver como se encontraba, pero siempre tenía la misma expresión seca y seria de siempre.

¿Cuándo terminará mi viaje?, pensé. Nuevamente paré a descansar un poco, saqué un poco de comida y la compartí con mi nuevo compañero. Sorprendentemente, asentía de forma seca, y cogía siempre que le ofrecía, de vez en cuando cuando le miraba le sonreía, pero no notaba cambio alguno en su profunda y vacía mirada.

Cansado de un largo viaje sin éxito, busqué cobijo en las cercanías.
Tras encender un buen fuego y comer algo, mi compañero y yo nos acostamos, mirándonos fijamente sin decir ni una palabra, yo sentía algo cercano a la inquietud, al miedo, a la tristeza... no sabía bien que era, solo me ocurría cuando miraba a los ojos de mi compañero.

Con la luz de la mañana, mis ojos poco a poco fueron abriéndose, encontrando un hermoso amanecer con un nuevo día para poder buscar el final de mi camino.

Miré a mi compañero, que estaba sentado mirándome fijamente... no sé cuanto tiempo estuvimos mirándonos, pero finalmente comprendí quien era, como se llamaba, y que quería mi nuevo compañero.
Tras pasar toda la noche en silencio, decidí armarme de valor y decirle...

Hola... Soledad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario