Donde van a parar los borradores, la imperfección, lo incompleto... a la última hoja de mi libreta...

lunes, 5 de diciembre de 2011

La muñeca de porcelana.

En una ciudad lúgubre y grasienta, libre de la luz del sol y del abrazo del viento, reposaba inerte en un escaparate una preciosa muñeca de porcelana.

La muñeca, era la más valiosa posesión de un juguetero avaricioso,que para mofarse de las ilusiones de los niños de la ciudad, impuso sobre la muñeca un precio desorbitado e inalcanzable para cualquiera que allí viviese.
Uno de los niños mas intrépidos y decididos del pueblo y a la vez el más sucio y harapiento, se dispuso a trabajar para el juguetero y así conseguir el dinero suficiente para poder comprarla.
Con esfuerzo y duro trabajo consiguió casi todo el dinero para poder comprar aquella hermosa muñeca de porcelana. Se la quería regalar a una joven muy bella de la que el muchacho estaba secretamente enamorado.
Tras pasar más de dos meses trabajando para el juguetero, que explotaba y maltrataba al niño, consiguió ahorrar la cantidad necesaria para comprar la muñeca.
Con ella en sus manos, el niño sentía que todo aquel esfuerzo había valido la pena, con tal de ver sonreír a la preciosa joven que anhelaba.

Tras salir a buscarla y dar con ella al lado del pozo del pueblo, el niño le confesó su mas tierno e inocente amor, y le regaló en señal de amor la hermosa muñeca de porcelana.
La niña, feliz ante aquel deslumbrante e inesperado regalo, le dio las gracias al niño y se fue a su casa con la más sonrosada y pura de las sonrisas.

Al día siguiente el joven trabajador se topó con la hermosa niña y su muñeca. Él, que había dado todo de sí para poder encontrar un pequeño hueco en el corazón de la joven, fue ignorado por la muchacha, quien al estar con sus otros amigos decidió ignorar al pobre y sucio niño. Su corazón se hizo trizas, dejándole un sentimiento tan vacío y negro que ya ni el tiempo podría reparar.

El niño, tras tan desalentador encuentro, regresó a su casa, de donde se dice que, tras llorar ahogadamente cinco días, no volvió a salir nunca más. Al sexto día, el juguetero puso a la venta un hermoso muñeco de porcelana con la apariencia de un joven caído en el desamor.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Embelesado.

Como sufre el enamorado,
mire a donde mire parece embelesado,
diga lo que diga parecerá atontado.

Considerenme un enamorado,
ya que mire a donde mire estoy embelesado,
poseído por su sonrisa,
y su humilde encanto.
Con disimulo miro sin ser visto,
vergüenza me daría, estoy desprovisto.

Si supiese lo que siento no estaría bien visto,
ya que mire a donde mire
y por estar enamorado,
siempre parece que estoy embelesado.

jueves, 3 de febrero de 2011

El nuevo compañero.

Caminando por caminar, mirando por mirar, observando por observar, pensando por pensar, divagando por divagar...

Por la calle iba sin rumbo marcado y todo hacia delante, quería ver que encontraba, no sé si por simple curiosidad o por vicio, yo solo caminaba en busca de un final.

Al avanzar por mi camino, verdes praderas, frondosos árboles, hermosas flores y abundantes ríos fui encontrando, pero sentía que algo me faltaba todavía.

Noté una presencia ¿qué podría ser?, pensé.
Miré hacia atrás, hacia la derecha e izquierda, pero nada raro conseguía ver, ¿alguien me habrá seguido?.

Continué mi camino, sin prisa, pero sin pausa avanzaba y cada vez más aquella extraña presencia me acosaba.

Sin llegar aún al final de mi camino, hice una pausa para recuperar el aliento perdido, y entonces delante de mí conseguí ver quien me había seguido en mi largo camino.

Hola, me atreví a decirle... Con una cara casi inexpresiva me miraba fijamente.

Tras pasar un rato preguntándole cosas sin resultado alguno, decidí ponerme de nuevo en marcha.
Para mi sorpresa dejó de seguirme, asique le propuse venir conmigo y con un gesto seco y una cara que no expresaba absolutamente nada, empezó a seguirme y así continué mi camino.

Pasaron varias horas, y pensé en mis dudas e inquietudes, de vez en cuando miraba a mi nuevo compañero para ver como se encontraba, pero siempre tenía la misma expresión seca y seria de siempre.

¿Cuándo terminará mi viaje?, pensé. Nuevamente paré a descansar un poco, saqué un poco de comida y la compartí con mi nuevo compañero. Sorprendentemente, asentía de forma seca, y cogía siempre que le ofrecía, de vez en cuando cuando le miraba le sonreía, pero no notaba cambio alguno en su profunda y vacía mirada.

Cansado de un largo viaje sin éxito, busqué cobijo en las cercanías.
Tras encender un buen fuego y comer algo, mi compañero y yo nos acostamos, mirándonos fijamente sin decir ni una palabra, yo sentía algo cercano a la inquietud, al miedo, a la tristeza... no sabía bien que era, solo me ocurría cuando miraba a los ojos de mi compañero.

Con la luz de la mañana, mis ojos poco a poco fueron abriéndose, encontrando un hermoso amanecer con un nuevo día para poder buscar el final de mi camino.

Miré a mi compañero, que estaba sentado mirándome fijamente... no sé cuanto tiempo estuvimos mirándonos, pero finalmente comprendí quien era, como se llamaba, y que quería mi nuevo compañero.
Tras pasar toda la noche en silencio, decidí armarme de valor y decirle...

Hola... Soledad.