Se dice que el poeta ya no escribe.
Quizás un querubín, sin sentimiento,
le robó el corazón y ahora lo exhibe
titubeante y sin remordimiento.
Si es cierto que ya no escribe el poeta,
será, quizás, porque lo ha encontrado
y no habrá cupido, arco ni saeta
que le robe ahora su suspiro airado.
El roble no abre su áspera corteza;
el sauce yace en lagrimas ahogado;
y el poeta alza firme su cabeza.
Su gesto dice que no ha abandonado,
y cada vez tengo más la certeza:
el poeta solo está enamorado.